Paul te dejó en tu casa, no sin antes: Él- ¿Segura que no
quieres que me quede? – Tú – No, Paul. – Apretaste su nariz – No te necesito
esta ocasión, debo de hacer unas cosas yo sola. – Paul mirándote – Te
extrañaré. – Tú – Y yo a ti. – Besaste la mejilla de Paul y te despediste.
Entraste a tu casa, después de cerrar la puerta no hiciste
ningún otro movimiento hasta que escuchaste que Paul se había ido con su coche.
Sólo había una cosa que tenías en mente que debías de hacer;
tomaste el teléfono, marcaste un número que te sabías de memoria.
Tú – Hola, Norma… Sí, sí, ya sé que tiene mucho tiempo… No
seas exagerada… Pero, ¿cómo? … ¿Todo
eso? Sí lo sé… Espera, ¿te dijo eso?... Sí, sí… Ah, no, no, jamás… Creo que una
vez…. Pero fue después del segundo o del
quinto… No puedo creerlo… Sí, no, tal vez… Bueno, ya cállate, Norma. – Reíste-
Te quería pedir un favor… Sí, sí solo es por eso que te marco. – Buscaste un
lápiz y papel - ¿Sabes dónde vive Kevin? – Del otro lado del teléfono tu amiga
te daba la dirección – Solo lo quiero ir a visitar, solo eso…. Sí, muchas
gracias, tengo que ir… No, claro que no… ¿No me crees?... Si te prometo que iré a una
fiesta contigo… Sí, lo haré… Muy bien lo juraré… Ya, ya, aquí va: Juro ir
contigo a una fiesta junto con Paul… ¿El nombre completo? Eres una exagerada y
no seguiré tu juego… ¡SÍ! Te lo prometo, bueno adiós, adiós, sí, sí, adiós. –
Colgaste el teléfono, seguido de esto tomaste un bolso en donde sabías que
estaban las llaves de tu automóvil y saliste de tu casa.
Buscaste la dirección que Norma te había dado, cosa que se
complico un poco, pues comenzó a llover. Pero al final, encontraste la casa de
Kevin.
Esperaste afuera para ver si había alguien en casa, todo
indicaba que sí: el auto de la familia y de Kevin estaban parqueados en el
jardín, y de algunas ventanas salía luz.
Te decidiste a salir del auto que te protegía de la lluvia,
cuando llegaste a la puerta de la casa de Kevin tocaste fuertemente con tus
nudillos, no tardó mucho para que te abrieran
Una señora de cabello corto, muy bien peinado, y con un
maquillaje anticuado, al igual del vestido azul marino que traía puesto, y no
decir del suéter que usaba - ¡Cuánto tiempo sin vernos! – Y esa era la detestable,
pero muy amable madre de Kevin. Tú riendo tímidamente. Ella – Pasa, cariño,
pasa – Tú – Muchas gracias. – Entraste al caliente hogar de Kevin. Ella – Ven,
siéntate, pequeña ¡Pero mira lo mojada que estás!–Lo decía mientras tomaba su
rostro con las manos aterrorizada. Tú – No, no, solo quiero hablar con Kevin,
además no quiero arruinar su hermoso sillón – Una cosa que habías aprendido era
que a la madre de Kevin le encantaba que hablaran bien de ella, pero en
especial de sus carísimos muebles, que su esposo compraba en cada viaje que él
hacia a Estados Unidos.
Un hombre salió de un cuarto contiguo al vestíbulo –
Querida, ya no hay detergente. – Traiga en sus manos una botella del tal
detergente. Ella – Cariño, - se acercó a él – deja eso. – Le quitó el envase de
las manos y dijo – Mira quién está aquí. – Alzó la mirada y por fin conocías al
padre de Kevin, y ahora ya sabías de quién había sacado los ojos y la nariz –
Oh, que sorpresa. Tú eres, tú debes ser ………………………- Tú sonrojada – Sí, soy yo. –
Extendiste tu mano para estrecharla con la del hombre que había sacado un
pañuelo para limpiar sus manos del detergente . Él – Un placer para mí también.
Solo tenía el gusto de conocerte por fotos de la infancia, por supuesto, y por
las anécdotas que cuenta nuestro hijo. – La madre de Kevin, que era bien
conocida por ser compulsiva, tenía las manos llenas de detergente, que
seguramente su esposo había dejado caer descuidadamente ensuciando toda la
botella de aquel líquido, ella tenía una expresión muy dramática buscando un
lugar donde dejar ese objeto pero un lugar en donde no ensuciara ninguno de sus
hermosos muebles.
Tú – Sí, hemos pasado por mucho su hijo y yo. – No había
duda de eso. El padre con un refinado vocabulario decía mientras acomodaba los
tirantes de su pantalón – Eso me complace demasiado. Me parece – decía ahora tocándose
la barbilla – que en estos momentos no está en condiciones para recibir
visitas. – Tú – Disculpe, ¿De qué habla? – Ella – Parece que nuestro hijo está
tomando una ducha, pero tú puedes tomar asiento, te buscaré algo para que te
quites esa ropa mojada. – Tú – No, no hay problema, la verdad es que es muy
urgente hablar con Kevin, su hijo. – Ella sonriendo– Pero no creo que esté en
condiciones…- Tú – Por favor, creo que no le importara. – A la querida madre de
Kevin se le acababa de borrar la sonrisa de su rostro y ahora te miraba con
desdén, bien oculto tras sus pestañas llenas de rimel – Te he dicho que… - Su
esposo – Querida, ve y sube, averigua si nuestro hijo puede recibir a esta
invitada especial. – Ella sonriendo de nuevo – Lo haré. – Tú – La acompaño,
señora. – Ella con un rostro serio – Está bien. – Y ahí aparecía de nuevo su
sonrisa – Puedes decirme Kate, lo sabes. – Tú – Eso sería una falta de respeto
para usted. – Ella rió como chiquilla.
La acompañaste hasta la habitación de Kevin donde su madre
toco la puerta cerrada. Ella - ¿Querido? - ¿Acaso todos en esa casa se llamaban
“querido”? Tocó de nuevo - ¿Kevin,
querido? – Abrieron la puerta, y por supuesto era Kevin con un albornoz puesto.
Su madre- Querido… - mirándolo nerviosamente – te ha venido a buscar. – Kevin
mirándote, pero sin mostrar sorpresa. Su madre continuó – Le he dicho que no
estás en condiciones,- miro de arriba a abajo a Kevin – para recibir una
visita, pero ella ha insis…- Él- Está bien, madre.- Ella- ¿Cómo? – Kevin – Está
bien, ahora déjanos solos.- Abrió la puerta para que tú entraras. Tú- Con
permiso. – Pasaste a la habitación y pudiste oír a la madre de Kevin diciendo -
¿Solos, en tu cuarto, tú así…? – Y Kevin cerró la puerta.
->Casi llegamos a las 100 seguidoras. (: