Paramédico – Bien, suba usted por aquí. – Dirigiéndose a
Evan. Y así fue que los dos paramédicos, Evan y tú se dirigieron al hospital.
Dentro de la ambulancia los paramédicos gritaban todos sus
tecnicismos que tú no entendías, pero ellos continuaban haciendo su trabajo con
ayuda de los primeros auxilios.
Evan tomando tu brazo – Yo no soy Kevin. – Tú – Yo bien sé
que no eres Kevin. – Él - ¿Quieres que busqué al susodicho? – Tú – No lo sé. –
Paramédico – Señorita, no se mueva. – Tú – Está bien, ok.-
Llegaron al hospital y después de ahí todo fue muy rápido:
te asignaron un médico, una camilla del hospital y curaron tus heridas, pero
sin olvidar colocarte un collarín súper incómodo.
Un médico anciano hablaba con Evan en el pasillo, donde tú
estabas ubicada–Debería quedarse unas horas en observación. - Evan – Claro, lo que usted diga. – Médico –
Muy bien, entonces mi trabajo ya está hecho, pero no duden pedir ayuda a lo que
sea que necesitan a las enfermeras. En
unos momentos le asignaran una habitación. – Evan – Muchas gracias. – Se estrecharon
las manos y el anciano desapareció.
Evan – Señorita, quisiera pedirle una disculpa. – Tú – No
hay problema. – Te rascabas tu frente, tenías una comezón justo donde te habían
cocido una herida que el volante te había provocado.
Evan acercándose a ti – No creo que eso debería de hacerse.
– Decía señalándote. Tú – Lo sé, sólo que es molesto. – Evan – Buscaré una
solución. – Giró sobre sus tobillos, miró por todas partes, optó por seguir a
una enfermera vestida de rosa dejándote sola.
Debías salir de ahí lo más pronto posible, Paul se empezaría
a preocupar, pero en ese pasillo no había ningún teléfono.
Lograste distinguir a Evan al final del pasillo. Cuando
estuvo cerca dijo –Parece que aquí nadie quiere ayudar. – Tú – Muchas gracias, no hay problema – Te moviste levente para buscar un teléfono en
esa pequeña habitación, pero un terrible dolor de cuello te impidió esto. Tú –
Oh Dios mío. – Evan - ¿Está bien? ¡Ayuda! – Tú – Tranquilo, tranquilo, estoy
bien esto ha sido mi culpa.- Evan – Iré a buscar ayuda inmediatamente. – Tú tomándolo
por el brazo provocándote más dolor del que tenías - ¿Sabes qué otra cosa
podrías hacer? – Tú con una mueca - Llamar a alguien, para que te releve. – Sonreíste.
Él – Por supuesto. – Buscabas donde escribir; Evan eficazmente te dio una pluma
elegante junto a un trozo de papel muy blanco, le diste las gracias y escribiste
el número de la casa de Paul y el número
de la casa de los chicos debajo. Tú – Mira, marca al primer número. Haz varios
intentos, es una casa grande con un solo teléfono. – Suspiraste – Si no
contesta, entonces llama al segundo. – Evan - ¿Y si no contestan? – Tú - ¡Lo
harán, lo harán! – Evan – De acuerdo. – Ahora vuelvo. –Evan salió de tu vista,
en cuanto hizo esto tú empezaste a reír: ese chico era especial, bastante
guapo, bastante educado, bastante caballeroso, sería el sueño de varias chicas,
o más bien de varias madres y abuelas. Tus pensamientos fueron interrumpidos de
nuevo por Evan. No habías notado lo mucho que se había tardado.
Él – Han contestado al primer número. – Tú - ¡Que alegría! –
Él- No he querido que se alarme, así que traté de ser sutil, pero no funcionó.
– Tú – Está bien, - suspiraste - lo
bueno será que ya no estarás aquí. – Evan sonriendo - Claro. – Evan mirando a sus alrededores –
Eh, claro, lo había olvidado: una enfermera me ha informado que ya le han
asignado un cuarto, una habitación del hospital. – Tú sonriendo – Genial. – Él – Me han comentado
que ha sido el cuarto número 62. Pero me temo que no sé donde se encuentra, y
las enfermeras tienen demasiado trabajo corriendo por todas partes para hacer
esto. – Una mirada de enojo de Evan se dirigió al pasillo donde se encontraban varios
trabajadores. Continuando – Pero podemos aguardar hasta que alguien nos pueda
guiar. – Tú conteniendo una sonrisa burlona – Absolutamente. – Pasaron varios
minutos, y las ganas de rascar tu cicatriz volvió.
Evan – Por favor, no siga. – Tú – Lo siento, es inevitable.
– Evan se había levantado de su lugar, que era la punta más alejada de ti sobre
la camilla, el silencio era inevitable y totalmente incómodo. Hasta que una
mujer delgada y blanca llegó a romper esa atmósfera tan apagada. Enfermera – Los
llevaré a su habitación. – Tomó unos papeles que estaban en la esquina de la
camilla en donde te encontrabas, leyó por unos segundos y finalmente dijo –
Habitación 62. – Evan – Correcto. –La enfermera los llevó a un cuarto no muy
lejos de donde habían estado.
Mientras la enfermera te colocaba unos horribles aparatos
médicos encima Evan interrumpió con su voz – Disculpe, señorita... – No se
refería a ti - ¿podemos hablar en privado? – Qué incomodidad más grande
sentías; pasaron como máximo dos minutos para que la enfermera dijera muy
molesta - Aquí tenemos mucho trabajo que
hacer. – Y la mujer salió moviendo sus caderas como en una pasarela.
Evan indignado - ¡Que
horrible servicio es este! – Tú - ¿Por qué lo dices? – Él mirando hacie la
ventana cerrada que no mostraba más que unas hileras de luz que apenas y se
veían – Es que cuento con tanto tiempo…- Y no dijo más. Toda esa situación sólo
te llevaba a hacerte una pregunta: ¿tendría mucho contacto con las personas o
todo lo contrario? Tras analizarlo creíste que lo último. Parecía que no tenía
amigos, y lo decías sobre todo por su forma de ser, era alguien muy serio y
respetuoso. A pesar de ser de la misma edad, tres o dos años mayor que tú,
calculaste, el chico parecía no encajar contigo.
Evan decía entre labios y con una voz que apenas y
escuchabas – Tiempo… – De repente abrieron la puerta con tal fuerza que Evan y
tú saltaron de sus lugares alarmados.
Evan – Ha llegado– Se levantó de su lugar y dirigiéndose al
hombre que justo acababa de entrar – Buenas tardes, Samuel. – Estrecho su mano.
Samuel – Muy bien. Ya que estábamos todos listos. – Miro a
Evan, y este le devolvió una sonrisa. – Haré mi trabajo. – No entendías muy
bien de que se trataba esto. Samuel – Señorita, - se quedó pensativo - ¿cuál es
su nombre? – No respondiste pues no se dirigía a ti, sino a Evan – Oh, no yo no
sé su nombre. – Samuel muy sorprendido dijo por fin dirigiéndose a ti –
Entonces, ¿cuál es su nombre? – Tú – Yo me llamo ……………………. – Evan murmurando–
Un gusto. – Parecía no pensar muy bien lo que decía pues rápidamente dijo – Oh,
lo siento, estaba pensando en voz alta. – Samuel reprobaba todas estas cosas
con su mirada. – Muy bien, así que la señorita ……………………………. Que fue víctima de
un accidente provocado involuntariamente por un empleado del señor Evan Mason
que estaba cumpliendo con las órdenes de su jefe. Queda libre de cargos, al
igual que el joven Mason, ¿no es así? – Tú - ¿Qué? – Evan sonreía por primera
vez que lo conocías, eso quería decir, en promedio tres horas.
Samuel – Aquí está el trato. – Abrió su portafolio, tomo
unas hojas escritas a máquina de escribir, te lo dio junto con una pluma. Tú refiriéndote
a Evan - ¿Qué es todo esto? – Samuel abriendo sus enormes palmas- Es solo
papeleo, por seguridad. – Te sonrió. Tú leyendo las hojas que el abogado te
había dado, todas decían cosas del señor Mason, del joven Mason, de una
empresa, de artículos, y cosas que no entendías en lo absoluto.
Evan a Samuel - ¿Nos podrías dejar a solas? – Samuel con sus
ojos como platos – Pero podría hacer algo involuntario que hiciera que ella no
firmara. – Parecía que en esa habitación sólo existieran ellos dos. Evan – No,
no, lo tengo todo bajo control. – Samuel sin muchos ánimos salió de la
habitación.
Tú – Dime, ¿qué es todo esto? – Evan desdoblando su camisa –
Solo es papeleo por seguridad. – Tú – Sí, ya lo escuche, pero, ¿de qué se
trata? – Evan ahora colocándose su saco – Es por seguridad, para evitar una
demanda. – Tú comprendiendo - ¿Una demanda mía para ti? – Él ahora arreglando
su corbata – Sí, para mí que en efecto por estar usando mobiliario de la
empresa, sería en efecto una demanda para la empresa a la que le brindo mis
servicios. – Tú negando con el dedo – Claro que no, aquí dice: “La empresa
Mason” y cosas así. Entonces es tu empresa. – Evan – Es la empresa de mi padre,
que cuando muera este será mía, en efecto. – Tú - ¿Entonces sólo firmo y no
pasará nada? – Evan con una expresión de alivio – Exacto… Te pido por favor que
firmes esa hoja, no puedo tener más problemas…- Tú – Claro… - Era demasiado
para ti, habían pasado tantas cosas en tan poco tiempo: ahora estabas
comprometida, estaba Paul, estaba Kevin, habías sufrido un accidente, tenías
presión por todas partes, y comprendías en cierta forma a Evan, parecía ser el
producto de los anhelos y exigencias de su padre. Tú – Listo – Evan tomándote
por las manos – Muchísimas gracias, por supuesto que recibirá una gran
indemnización- Y fue ahí donde Paul entró a la habitación con más violencia que
con la que Samuel había entrado.