Hola



7.8.14

Capítulo 1.159

Después de varios minutos preguntaste - ¿Hacia dónde va el taxi? – Paul mirando por la ventana – Hacia nuest… a mi casa – No volvieron a decir más.
Bajaron del taxi, Paul pagó al conductor y quedaron solos. Paul sin ni siquiera mirarte y procurando siempre darte la espalda avanzó hasta la puerta, tú lo seguiste.
Entraron por la puerta trasera y dieron con la cocina. Tú – Quiero tomar un largo baño – Paul revisaba unos sobres sobre el desayunador – Ya sabes dónde está el baño – Sin duda ambos se habían convertido en esos ogros horripilantes.
Subiste con muchos esfuerzos por las escaleras, tardaste mucho en llegar al baño y comenzaste a quitarte tu ropa, el dolor te lo hacía todo más difícil. A pesar del sufrimiento por el que pasabas evitabas gritar que era lo único que deseabas hacer. Estabas a punto de desabrochar tu pantalón cuando Paul te rodeó con sus brazos y  se encargó de desvestirte en su totalidad. Antes de que giraras limpiaste de tus mejillas las lágrimas que se te habían escapado.
Ahí estaba el amor de tu vida, con sus ojos más tristes que jamás hubieras visto, su boca no decía nada. Comenzó a desabotonarse su camisa mientras tú no apartabas la mirada de sus ojos.
La bañera ya estaba lista. Paul entró dentro y te ayudó a que lo acompañaras. Era realmente relajante: estabas apoyada sobre el cuerpo de Paul, no podías ver su rostro pero sus brazos te rodeaban totalmente.
No querías arruinar el momento, sabías que Paul era el que sabía que palabra utilizar en el momento adecuado pero también permanecía en silencio, callado.
Él – No quiero lastimarte, tomaré esta esponja – Te inclinaste un poco para enfrente y él giró su tronco para alcanzar una mesita donde había todo tipo de esponjas, sales, perfumes, jabones, lo que fuera. Paul empezó a pasar la esponja por tu espalda mientras peinaba tu cabello y lo movía para enfrente, pasaron así un largo rato. Se acercó a tu cuerpo y beso tus hombros – Recárgate de nuevo – Lo hiciste y ahora Paul tallaba tus brazos, tu cuello, pasó sus manos muy indiscretamente por tus pechos y empezó a tocar con su mano tu seno derecho, así pasó un buen rato hasta que con la esponja bajó hasta tu vientre.
Tú – Paul… - Él – Por favor, no lo hagas. – Tú muy despacio – Es necesario… - Él, sin expresión, sin rostro, más que su voz y sus manos – No hay momento en el que cuando hablamos no terminemos peleando, por favor, quiero estar tranquilo de nuevo contigo y recordar este momento y no tratar de reprimir esto como los últimos pasajes que hemos vivido… por favor. – Tenía razón. Suspiraste y comenzaste a sollozar en silencio, tratabas de disimularlo pero sabías que Paul ya lo había notado, no pasó mucho para que dejaras de hacerlo, en eso, Paul te tomó con más fuerza con sus brazos y tú no hiciste más que ceder a estar más cerca de su cuerpo.
Después de lo que dijo Paul ninguno de los dos se atrevió a decir alguna otra palabra, bajaron a tomar un poco de té, subieron, entraron a la habitación, apagaron las luces y durmieron.
A la medianoche despertaste y no viste a Paul, en vez de eso escuchaste los acordes de una guitarra. Saliste de la habitación y viste una luz encendida a lo lejos, avanzaste y reconociste la espalda de Paul. Esperaste unos segundos en la entrada de la habitación. Él – Entra, acércate – Giró su cabeza, se veía más sereno - La he terminado… - Tú viste como la luz de la lámpara alumbraba unas hojas tachonadas – Y quiero que la escuches – Seguías en silencio, viendo como Paul acercaba a él una guitarra – Aquí voy… toma asiento - Se miraron brevemente y él comenzó.