Él – Muy bien,
aléjate, y huye de los problemas, ¡esta era la oportunidad de hablar! – Tú
seguías caminando, pero apuntando a Paul con tu dedo índice - ¿HABLAR? ¡Eso no
era hablar! - Paul subió a su auto y lo prendió. Tú estabas caminando hacia el mismo
sentido en que los coches avanzaban en esa calle, así que en unos segundos Paul
ya te había alcanzado en su coche. Paul – ¿A dónde vas? – Parecía más
tranquilo, pero seguía gritando. Tú no respondiste, y el volvió a preguntar, y
tú respondiste – ¿A dónde más, genio? A mí casa – Paul – Deja te llevo. – Tú –
No. – Paul un poco más acelerado - ¿Y qué piensas hacer, eh? ¿Caminar hasta tu
casa? – Tú – No me iré volando. – Paul – No sé cómo te puedo aguantar. – No lo
soportaste más, tomaste tu bolso y lo lanzaste al auto de Paul. Él – Hey, hey,
no hagas eso – Bajo de su auto para checar su coche. Él – Hey, mira lo que has
hecho – Tú ni siquiera te habías detenido cuando lanzaste tu bolso, y menos en
ese momento. Él - ¡Que terca eres! –
De nuevo Paul te había alcanzado con su auto, esta vez en
silencio, así paso un rato.
Paul rompió el silencio diciendo - Vamos, no vas a ir todo
el tiempo caminando. Esta demasiado lejos…- Tú – No me importa.- Paul – Cariño
– Tú – Cállate.- Y así paso todo el camino.
Solo te detuviste cuando ya no aguantabas más los zapatos de
tacón y te los botaste, pero desde el bar hasta tu casa caminaste.
No podías entender como había pasado esto, la verdad es que
sí, tenían muchos problemas, pero lo que Paul había dicho… Jamás habías visto a
Paul tan, tan furioso, jamás. Te asustabas al solo recordar como se acercaba a
ti apuntándote mientras peleaban.
Estabas a unos dos metros de tu puerta y no pudiste más. Te
caíste sobra el pasto de tu casa, ya no aguantabas. Tus piernas pesaban
demasiado, tus pies dolían, tu corazón palpitaba muy rápido al igual que tu
cabeza, y un nudo en tu garganta había aparecido desde el momento en que Paul
había roto tus esperanzas. Por lo mucho
que habías transpirado calculabas que habían sido más de 7 kilómetros
caminando, junto a un coche dispuesto a llevarte a tu casa. También habías
calculado que esa proeza te había llevado más de dos horas en cumplirla.
Paul se paro junto a ti, llevaba sus manos metidas en sus
bolsillos. Y sin decir nada se sentó junto a ti. Respirabas rápidamente, estabas
totalmente recostada sobre el pasto, incluso ya habías buscado una posición más
cómoda, ahora mirabas el cielo.
Paul sacó un cigarro, no lo prendió. Se escuchaba como miles
de insectos haciendo sonidos naturales que se apoderaban de la noche. Tu
respiración se iba controlando poco a poco; miraste a Paul, te diste cuenta que
él no se fijaba en ti, así que lo observaste un rato: repartía sus miradas
desde su coche, el cielo, las casas vecinas a ustedes, y al pasto. Pero de
pronto el brazo de Paul se extendió y su
mano se dirigió hacia ti, y te tendió tu bolso, el que le habías lanzado. Tú
dudando en tomarlo o no. – Gracias – Paul –Es lo menos que podía hacer – Ambos
sonrieron. Ahora ya se miraban a los ojos.
Paul - ¿Me amas? – Prendió su cigarrillo. Tú – Con todo mi
ser ¿Me amas? – Paul tardando en aspirar su cigarrillo para después contestar – Como jamás he amado a alguien- Giró su
cabeza y miró al cielo - ¿Esto va a durar? – Tú – Lo deseo con toda el alma –
Paul – Tengo miedo…- suspiró – tengo miedo – te miró - de perderte. – Tú –
Tengo miedo de que las cosas cambien – Paul – Siempre cambian –Tú – Siempre…-
Paul giró su cabeza hacia ti, y con esa mirada de ternura dijo – Siempre es tu
bolso el que nos salva, por así decirlo. – Tú – Eres tan perfecto para mí. –
Paul con un ademán desinteresado – Lo mismo pienso. – Tú – Dame tu mano – Paul apagó
rápidamente su cigarrillo y tomó tu mano, le dio un leve apretón, luego
entrelazó lentamente, dedo por dedo, su mano con la tuya.
Tú – Acuéstate conmigo – Y por un momento volviste a sentir
que solo existían Paul y tú, que sólo existía el amor que el uno por el otro
existía, volviste a envolverte del olor proveniente se cuello, volviste a creer
que sus corazones latían al unisonó. Pero
de pronto todo se te vino encima: las infidelidades, la relación que Paul había
mantenido, las dudas que giraban dentro de tu mente, las horribles cosas que el
hombre que abrazabas te había dicho y que rotundamente eran verdades, y ahora
se sumaba algo más, los sentimientos que sentías acerca a Kevin. Tomaste a Paul con más fuerza, y no lo
soltaste, así era como querías que el resto de tu vida fuera, con el hombre que
amabas, sin que nadie ni nada los molestara.
Paul prendiendo un cigarrillo nuevo – ¿Qué te
parece si nos casamos? –